Al menos seis personas son ejecutadas
legalmente cada día en este mundo de Dios-el Dios de todas las religiones-.Recogidos datos
al respecto en la organización Amnistía Internacional: (…) más de la mitad de
los países del Globo Terráqueo usan la ‘pena de muerte’. Y es que la ‘pena de
muerte` supone-muchas veces- una lenta
agonía para el ejecutado/a, y al aplicarles
el gas letal –sus muertes se hacen interminables… ¡Tremenda barbaridad!
“(…) Tubos intravenosos conectados a las
venas de sus brazos portarán el
instrumento de muerte: un líquido tóxico diseñado específicamente con el
propósito de matar seres humanos. Los testigos que estén presentes a pocos
metros de distancia le mirarán, no como un acusado o como un convicto, sino
como un hombre prisionero en su camilla y a segundos de su extinción…Pienso que
(…). Por lo tanto, de hoy en adelante no
volveré a enredar con la máquina de la muerte”, así se expreso el venerado juez
Harry A. Blackmun, en el año 1994 (Noviembre 12, 1908 – Marzo 4,
1999).
El Tribunal Supremo de Estados Unidos
declaró inconstitucional-en su día-el ejecutar a personas con ‘retraso mental’,
de ‘menores de edad’ o que no hubieran cometido asesinato. Hoy en día se mata
legalmente en treinta y siete estados de los cincuenta que componen los Estados
Unidos de América. Todo esto es muy triste: ¡Matar legalmente! Si uno fuera sentenciado, entraría mi corazón en lenta agonía, y mis ojos
derramarían lágrimas de invierno, volando mi alma al cielo…
Ejecutar a un hombre/mujer a sangre fría
puede ser considerado como un acto de simple y pura venganza. La justicia penal
existe para asegurar que los delincuentes–en todas sus facetas–, cumplan las
penas por los delitos cometidos, pero jamás debe existir una justicia para
“eliminar” seres humanos. Aunque éstos hayan cometido crímenes de guerra,
genocidios, asesinatos, violaciones con resultado final de muerte, atracos a mano
armada…: la pena_de_muerte
. Ésta podía ser conmutada por la de ‘cadena perpetua’: más racional
y, hasta cierto punto, más humana…Todos los argumentos se hunden por su propio
peso cuando tratan de justificar “la pena de muerte”, existiendo-como existen,
penas privativas de libertad (cadena perpetua, en último caso).
Según el último informe de Amnistía Internacional (31 de diciembre de
2009), en relación con las personas que había condenadas a muerte en el mundo,
éste cifraba el número en 17.118. Terribles datos pero presuntamente ciertos.
Informes concretos de China, Egipto, Irán, Malasia, Sudán, Tailandia y
Vietnam…no existen, no los facilitan.
Santo Tomás de Aquino, en su máxima obra
"La suma teológica" (parte II, cap. 2, párrafo 64) sostiene que
"todo poder correctivo y sancionatorio proviene de Dios, quien lo delega a
la sociedad de hombres; por lo cual el poder público está facultado como
representante divino, para imponer toda clase de sanciones jurídicas
debidamente instituidas con el objeto de defender la salud de la sociedad. De
la misma manera que es conveniente y lícito amputar un miembro putrefacto para
salvar la salud del resto del cuerpo, de la misma manera lo es también eliminar
al criminal pervertido mediante la pena de muerte para salvar al resto de la
sociedad".
Y es que la sociedad americana así lo
demanda, con harto dolor de nuestros corazones. En cierta ocasión, un taxista
de San Francisco–partidario de la pena de muerte–argumentó que “los costos (gastos) económicos de un
condenado a muerte, si este último fuese condenado a cadena perpetua, serían
demasiados y, claro está, el pueblo americano no tiene por qué gastar tanto
dinero, y es más económico matarle”. ¡Bonita manera de pensar!
Y sin embargo, ¿Por qué nos sorprendemos
que los estadounidenses hablen–piensen, pocas veces los hacen–de esta manera?
Todos hemos oído, una y mil veces, que "míster Dólar" es lo único y
más importante en sus cotidianas vidas. La ideología–mediando el vil
metal–acaba siempre penetrando en el más recóndito rincón de la mente humana.
Incluso presidentes americanos trataron de erradicar ‘la muerte legal’ de la
legislación penal, pero ninguno lo consiguió, incluido el ex presidente Bill
Clinton. Y estas personas que así piensan, mal que nos pese, elegirán al futuro
presidente de los Estados Unidos de América.
Pero los americanos aplauden la pena
capital, dado que ellos la llevan a la práctica. Un informe de Amnistía Internacional(ONG,
1996) nos señaló que la pena capital está incluida en el derecho penal de 99
estados. Países que han pretendido y pretenden ser modelo para el respecto de
los derechos humanos (EE.UU., Rusia, China, Japón, etcétera), continúan
manteniendo en vigor las ejecuciones de nuestros semejantes. En EE.UU. se sigue
aplicando la máxima pena en los estados de Virginia, Florida, California,
Texas..., no obstante, el número de homicidios no ha disminuido tal y como se
esperaba.
Gianni Vattimo (filosofo) manifestó que
“si alguna cosa justificaba aún el calificativo de primitivo es la pena de
muerte”. “Si capitán me manda matar soldados, /no mataré jamás hermanos; /he de
vivir sin paz matando, / quiero morir sin ser soldado”, vieja canción: la
canción del soldado. Ésta alberga posiblemente en las mentes de los soldados de
cualquier nacionalidad que, cumpliendo con su deber como profesionales de un
ejército, sufren innecesariamente y hacen sufrir a los pueblos involucrados en
dos guerras programadas por ciertos gobiernos de turno.
Y a todo esto llamamos cultura,
globalización, democracia, derechos humanos... Todos son miedos y mentiras,
todos son mentiras y miedos que marchan unidas en un perfecto engranaje que
nadie sabe a dónde nos conducirá. Son el bien y el mal juntos, hermanados, que
se dan la mano para pasear por estos mundos de Dios, y que siembran de
crespones negros, a modo de agujeros, la geografía universal. Quizá estemos
ciegos de soberbia, quizá hemos olvidados derramar lágrimas vírgenes, quizá
vamos encarando un mundo sin control ni norma alguna bajo el signo de los
políticos corruptos, que los hay.
La Coruña (España), 14 de septiembre de
2014
©Mariano Cabrero Bárcena es escritor
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