Tres infelices muchachas...
RELATO / Una fotografía de tres muchachas y la imaginación... un relato que pudo haber ocurrido y ocurrió (?)
Hay veces que uno se entretiene con cualquier cosa, con el primer objeto que le viene a la mano: un libro, una fotografía, un sueño, una ilusión rota… Cayó entre mis mano un fotografía... La verdad, dicho sea de paso, no supe jamás quien fue su dueño, pero qué más da. Lo importante es que la tenía entre mis manos, y ahora era importante dejar a mi imaginación buscar el porqué de la misma. Apuré el puro que estaba fumando, un habano de los de Cuba, que casi nadie los fuma hoy en día -valen muy caros-, pero lo cierto es que me lo habían regalado.
No supe jamás quien fue su dueño, pero qué más da. Lo importante es que la tenía entre mis manos, y ahora era importante dejar a mi imaginación buscar el porqué de la misma
Debo comunicaros que está noche no dormí bien. Dicho de otro modo: no pegué ojo. Me pasó lo que yo sé. "Cuando llevó un día agitado y preocupado, resolviendo o tratando de resolver -en la medida de lo imposible, haciendo que sean posibles- serios problemas, que afectan a esas 'pobres gentes' sin comida, sin ropas, sin ganas o con pocas ganas de seguir viviendo…, que malviven no lejos de mi domicilio, me ocurre siempre lo mismo: por la noche no duermo".
Es curioso cómo, a veces, los recuerdos afloran a nuestras memorias -verdaderas cajas de sorpresas-, que son silencios caídos del cielo como agua de mayo, y que, no lejos de la verdad, nos marcan las directrices exactas a seguir por nuestros entendimientos: éstas que son sacudidas por el motor que mueve la sangre por mis venas, el corazón humano. Corazón y entendimiento, entendimiento y corazón: ambos piezas fundamentales para mover el mundo.
Porque los recuerdos afloran a nuestras memorias, que son silencios caídos del cielo como agua de mayo… Esto siempre nos pasa sin duda, cuando estamos pensando un poco en los demás.
¡Si hablaran mis ojos... de cuántas cosas nos enteraríamos! Y hablaron mis ojos y me relataron lo que vi en aquella fotografía:
- Sandra, Tamara y Jessica salieron el viernes a las 23.00 h, como todos los viernes, con el propósito de tomar unas copas con sus amigos. Llevaban sus neceseres en orden: barra de labios, píldoras anticonceptivas, globos protectores para el instrumento... –pues no es más que un instrumento, más grande o más pequeño, pero instrumento al fin y al cabo– procreador masculino, DNI y 50 euros. Paró un coche con conocidos. Les dijeron los tres del coche: "¡Subid! ¿A dónde vais?". "A dónde vayáis vosotros", contestaron. Los jóvenes les comentaron que lo iban a pasar muy bien. Que sabían de un buen rollo y gratis. Corría el vehículo a gran velocidad, y del interior salía música estridente a toda pastilla. Sobre las 23.55 h, después de atravesar una arboleda semicircular llenas de hojas verdes, llegaron a un enorme hangar, se bajaron y subieron a un ascensor que bajó. Se abrió la puerta, y en una antesala el camarero les sirvió a todos una especie de vermú con aceitunas, caviar, salmón ahumado... Les indicó que se pusiesen unos pasamontañas negros autoadhesivos. Al poco, los jóvenes acompañantes se esfumaron.
Los recuerdos afloran a nuestras memorias, que son silencios caídos del cielo como agua de mayo…
Sandra me narró lo anterior, quien en compañía de las otras dos muchachas también desapareció. Mi pareja sentimental y yo fuimos en un taxi con cristale soscuros. Con los ojos sellados con esparadrapo, y con nuestros relojes parados y sin pilas. Nos llevaron a una sala semicircular, y en el centro aparecieron tres jóvenes completamente desnudas. Podrían tener entre 17 y 22 años, pues la hermosura de sus cuerpos así lo denotaba. Bailaban dentro de un aturdimiento de movimientos. Aparecieron tres hombres maduros–que ocultaban sus rostros con pasamontañas de tela fina negros–, que sodomizaron a las tres jóvenes, llevando a cabo toda clase de sevicias sexuales. Desgarradores gritos salían de las gargantas de las tres infelices muchachas.
Los que estaban sentados en el salón y proscenios consumían cocaína, esnifándola por sus narices. Mi pareja y yo abandonamos el recinto ante tal salvaje espectáculo, volviendo en el mismo taxi que llegamos, y con los ojos bien tapados.
A los pocos meses apareció en prensa que "tres jóvenes habían aparecido muertas, con indicios racionales corroborados por el forense, de haber sido violentadas sexualmente". Me dijo mi pareja sentimental que debíamos denunciar lo que presenciamos. Le contesté que poco o nada podíamos notificar: denunciar el lugar en que estuvimos y que desconocíamos, nuestros relojes –ya sin pilas– se pararon a las 23.05 h, y todos los presentes se hallaban con rostros tapados, así como aquellos insaciables enfermos hombres maduros que protagonizaron el espectáculo macabro. Al final, acudimos a la Policía...
Más tarde se dio a la luz los informes de los forenses que intervinieron en el asunto relatado:
a) Las ropas y objetos personales pertenecían a Sandra: su muerte había sido del todo violenta con destrucción de centros vitales encefálicos por arma de fuego. Cadáver con dilatación en zona anal producida por objeto o parte anatómica, etc., etc.
b) Tamara no había corrido mejor suerte. Le mataron de un tiro después de ser torturada de forma violenta. Las ropas pertenecían a la a la examinada. Sus centros vitales fueron destruidos por arma de fuego. Su cadáver presenta amputación traumática de pezón, etc., etc.
Las drogas alteran seriamente la mente humana, el juicio, la percepción, las emociones, el autocontrol… fomentando comportamientos agresivos y antisociales
c) La última desafortunada muchacha, Jessica, sin duda, sufrió tanto o más que las otras dos reseñadas con anterioridad. Su muerte fue también violenta. Las ropas y objetos encontrados sobre su cadáver pertenecían a ella. Se destruyeren centros vitales como consecuencia de herida por arma de fuego. En su cadáver aparecieron signos de agresión vaginal, etc., etc.
Hemos visto, y en nuestro caso particular, que las drogas son unos fertilizantes maravillosos para el desarrollo del crimen en general, sin que nos olvidemos del alcohol, en particular, que es otro desencadenante de la muerte violenta. Cada caso resuelto es un golpe a la impunidad, y nos alegramos todos de que así sea.
Con las drogas se consigue una especie de escape inmediato de los problemas sociales que nos afecten a nuestras sociedades actuales y a nosotros mismos, y al mismo tiempo, permiten materializar fantasías inalcanzables que nuestro cerebro nos transmite, y que las ha avivado nuestra sociedad de consumo: ropa de alto coste, joyas, viajes, el juego… e incluso entrar en posesión de armas de fuego (un enorme peligro para los humanos).
Y es que las drogas -sustancias psicotrópicas- alteran seriamente la mente humana, el juicio, la percepción, las emociones, el autocontrol… fomentando comportamientos agresivos y antisociales.
La agresión sádica que hemos leído se ha llevado a cabo en una situación de cautiverio de las jóvenes aludidas con anterioridad: Sandra, Tamara y Jessica. Se empleó sobre éstas violencia -mental y psíquica-, violencia empleada por los propios hombres. Es triste reconocer que nosotros los humanos –seres creados por Dios, el todas las religiones– llevamos dentro de nuestros corazones odio y venganza negra, que repartimos sin que nuestras conciencias sientan estupor o pánico de lo que podemos ser capaces de cometer contra nuestros hermanos en el mundo entero.
Hemos de comprender que la crueldad humana puede alcanzar límites insospechados, pero, por suerte, existen reducidos grupos de población capaces de causarnos algún mal -a nosotros y nuestros bienes inmuebles-: hombres y mujeres, mujeres y hombres sádicos, vengativos, agresivos, psicópatas…, que son capaces de matar por el mero hecho de matar: otros muchos lo hacen por dinero.
No obstante, vuelvo a insistir: el hombre es una fiera contra el hombre, porque los animales matan para alimentarse, pero los seres humanos matamos y torturamos por el mero placer de torturar y matar… haciendo sufrir –con nuestros actos– a los más débiles y viéndoles llorar lágrimas que se vuelven hielo.
Son semillas de violencia que albergamos en nuestros corazones, y que a lo largo de nuestra vida las empleamos como una falsa autodefensa y una revancha malentendida. (Y el justo se regocijará cuando, sediento de venganza, se lave sus pies con la sangre del malvado.)
La Coruña, 15 de diciembre de 2012
Copyright Mariano Cabrero Bárcena es escritor