“Recuerdo de mujer (1955), y mujer del 2009...”.
Se acuerda uno de las experiencias pasadas: unas buenas, otras malas y, las últimas, menos malas. Pretendo ser objetivo en mis recuerdos, porque fui protagonista y observador de los mismos. Se deben contar hechos pasados, mejores o peores, pero contarlos, ya que podrían argumentar que no fueron acontecimientos verosímiles o: “...que no nos atrevemos a relatarlos”.O: “...que perdemos la memoria porque nos conviene”. O: “...que hay que callar porque algo tenemos que esconder”. Nada más lejos…
Allá por los años sesenta y dos, y cuando contaba veintidós años de edad, estaba preparando oposiciones para el Estado, que las aprobé: “Ya tengo el porvenir asegurado”, me dije. Mi fallecido padre, Mariano, siempre me dijo: “Estudia, estudia hijo mío”. “Ya verás: Si llegas a pertenecer al cuerpo de funcionarios, vivirás con cierto deshago el resto de tus días. No serás nunca – ¡millonario!–, pero jamás te faltará un pedazo de pan para llevar a la boca”, terminaba siempre con este prudente y concienzudo conseja. Y así fue.
Por aquel entonces las “Hijas de Eva” no atravesaban tiempos, precisamente, favorables para su independencia y derechos civiles consecuentes. Poco a nada pintaban en nuestro país llamado España (la de 1962), que ahora también se llama España–mal que les pese a ciertas personas, por así llamarlas: uno les nombra con el apelativo de ‘pobres o malos españoles ’–. Y lo digo con conocimiento de causa: sus derechos, y los de las “Hijas de Eva” de 19962, estaban mermados en demasía, y llevaban su ‘especie de esclavitud–por así llamarla–, con paciencia, con resignación, con la paciencia y resignación que les son comunes a las mujeres, y que los hombres–piensa uno–, debemos imitarles.
Y aludiendo concretamente a esos derechos, de los cuales no gozaban, mi memoria me dicta y me confirma los que siguen: no podían abrir cuentas corrientes ni cartillas de ahorro a su nombre; tampoco podían, y por su propia iniciativa, legalizar un pasaporte español a su nombre; podían ir a la cárcel (por prisión) si cometían adulterio o abandonaban el domicilio conyugal...No podían hacer casi nada por su propia voluntad. Sin embargo las féminas europeas se manejaban y comportaban de distinta manera.
Y es sencillo el comprender el porqué: las anteriores habían sufrido una gran guerra en los territorios de los Estados a que pertenecían (la Segunda_Guerra_Mundial): ni más ni menos. Por esta causa, sin duda, habían tenido que salir de sus domicilios a trabajar y, de meras amas de casa y esposas complacientes, se habían transformado en asalariadas en fábricas, en mercados de distribución de productos de consumo, en labores propias de la agricultura..., etc.etc.
Las esposas españolas (1962) sufrieron serios reveses en sus estados anímicos. Es decir, al abandonar los hijos el hogar familiar, se sentían ellas no imprescindibles ni necesarias. Y como no habían aprendido a trabajar fuera de casa, porque no las dejaron, sus cerebros fueron pasto de angustias, insomnios, intranquilidades, nerviosismos..., que algunas de las veces degeneraron en serias y complicadas depresiones: sus mesitas de noche aparecían cubiertas de medicinas con sus correspondientes prospectos...
Es bueno comprobar como un hombre y una mujer se pueden tomar unos güisquis juntos, conversando tendidamente de sus mismos proyectos y aspiraciones laborables: se está produciendo poco a poco la liberación de las mujeres: ellas también quieren ser mujeres liberadas…
Pisando fuerte las actuales mujeres, van poco a poco consiguiendo su ya merecido puesto en el plano socio-laboral, que –con casi igualdad de derechos y también de obligaciones– les facilita una comunicación liberalizada respecto al hombre. Ellas ya son mujeres siglo XXI, y se han convertido en recuerdos con futuro.
No obstante, encuentran un riesgo que va a definir la amistad entre hombre y mujer: el impulso sexual que es inevitable que surja entre ambos. Existe una frontera –casi imperceptible– entre la amistad profunda y para siempre, y el amor propiamente dicho: la presencia o no de la atracción sexual, la cual inclinará la balanza de la verdad hacia uno u otro lado.
Debemos buscar “nuestra chica de los ojos verdes”, nuestra futura esposa, pareja sentimental... con quien recorrer el corto o largo camino de nuestra mortal vida, buscando felicidad... Empleemos el arte de comunicar, conversar, etc., que parece haber sido olvidado últimamente de la faz de la tierra. El problema reside en nosotros mismos, pues pensamos que el dinero, el poder y los distintos placeres –que la propia vida nos pone al alcance de la mano–, serán los que nos libren de preocupaciones: nada más lejos. Uno piensa que el amor ni se compra ni se vende: se siente. Si no es así, no es verdadero amor, y jamás nuestros recuerdos serán reconocidos como ‘recuerdos con futuro’.
Se acuerda uno de las experiencias pasadas: unas buenas, otras malas y, las últimas, menos malas. Pretendo ser objetivo en mis recuerdos, porque fui protagonista y observador de los mismos. Se deben contar hechos pasados, mejores o peores, pero contarlos, ya que podrían argumentar que no fueron acontecimientos verosímiles o: “...que no nos atrevemos a relatarlos”.O: “...que perdemos la memoria porque nos conviene”. O: “...que hay que callar porque algo tenemos que esconder”. Nada más lejos…
Allá por los años sesenta y dos, y cuando contaba veintidós años de edad, estaba preparando oposiciones para el Estado, que las aprobé: “Ya tengo el porvenir asegurado”, me dije. Mi fallecido padre, Mariano, siempre me dijo: “Estudia, estudia hijo mío”. “Ya verás: Si llegas a pertenecer al cuerpo de funcionarios, vivirás con cierto deshago el resto de tus días. No serás nunca – ¡millonario!–, pero jamás te faltará un pedazo de pan para llevar a la boca”, terminaba siempre con este prudente y concienzudo conseja. Y así fue.
Por aquel entonces las “Hijas de Eva” no atravesaban tiempos, precisamente, favorables para su independencia y derechos civiles consecuentes. Poco a nada pintaban en nuestro país llamado España (la de 1962), que ahora también se llama España–mal que les pese a ciertas personas, por así llamarlas: uno les nombra con el apelativo de ‘pobres o malos españoles ’–. Y lo digo con conocimiento de causa: sus derechos, y los de las “Hijas de Eva” de 19962, estaban mermados en demasía, y llevaban su ‘especie de esclavitud–por así llamarla–, con paciencia, con resignación, con la paciencia y resignación que les son comunes a las mujeres, y que los hombres–piensa uno–, debemos imitarles.
Y aludiendo concretamente a esos derechos, de los cuales no gozaban, mi memoria me dicta y me confirma los que siguen: no podían abrir cuentas corrientes ni cartillas de ahorro a su nombre; tampoco podían, y por su propia iniciativa, legalizar un pasaporte español a su nombre; podían ir a la cárcel (por prisión) si cometían adulterio o abandonaban el domicilio conyugal...No podían hacer casi nada por su propia voluntad. Sin embargo las féminas europeas se manejaban y comportaban de distinta manera.
Y es sencillo el comprender el porqué: las anteriores habían sufrido una gran guerra en los territorios de los Estados a que pertenecían (la Segunda_Guerra_Mundial): ni más ni menos. Por esta causa, sin duda, habían tenido que salir de sus domicilios a trabajar y, de meras amas de casa y esposas complacientes, se habían transformado en asalariadas en fábricas, en mercados de distribución de productos de consumo, en labores propias de la agricultura..., etc.etc.
Las esposas españolas (1962) sufrieron serios reveses en sus estados anímicos. Es decir, al abandonar los hijos el hogar familiar, se sentían ellas no imprescindibles ni necesarias. Y como no habían aprendido a trabajar fuera de casa, porque no las dejaron, sus cerebros fueron pasto de angustias, insomnios, intranquilidades, nerviosismos..., que algunas de las veces degeneraron en serias y complicadas depresiones: sus mesitas de noche aparecían cubiertas de medicinas con sus correspondientes prospectos...
Es bueno comprobar como un hombre y una mujer se pueden tomar unos güisquis juntos, conversando tendidamente de sus mismos proyectos y aspiraciones laborables: se está produciendo poco a poco la liberación de las mujeres: ellas también quieren ser mujeres liberadas…
Pisando fuerte las actuales mujeres, van poco a poco consiguiendo su ya merecido puesto en el plano socio-laboral, que –con casi igualdad de derechos y también de obligaciones– les facilita una comunicación liberalizada respecto al hombre. Ellas ya son mujeres siglo XXI, y se han convertido en recuerdos con futuro.
No obstante, encuentran un riesgo que va a definir la amistad entre hombre y mujer: el impulso sexual que es inevitable que surja entre ambos. Existe una frontera –casi imperceptible– entre la amistad profunda y para siempre, y el amor propiamente dicho: la presencia o no de la atracción sexual, la cual inclinará la balanza de la verdad hacia uno u otro lado.
Debemos buscar “nuestra chica de los ojos verdes”, nuestra futura esposa, pareja sentimental... con quien recorrer el corto o largo camino de nuestra mortal vida, buscando felicidad... Empleemos el arte de comunicar, conversar, etc., que parece haber sido olvidado últimamente de la faz de la tierra. El problema reside en nosotros mismos, pues pensamos que el dinero, el poder y los distintos placeres –que la propia vida nos pone al alcance de la mano–, serán los que nos libren de preocupaciones: nada más lejos. Uno piensa que el amor ni se compra ni se vende: se siente. Si no es así, no es verdadero amor, y jamás nuestros recuerdos serán reconocidos como ‘recuerdos con futuro’.
La liberación de la mujer ha contribuido a que las hijas de Eva salgan a la “selva de la calle’, donde cualquier desaprensivo ‘matacorazones’ se creerá que es dueño de nuestras féminas. El
Acoso_sexual se ha convertido últimamente en el pan nuestro de todos los días, y esto se produce en todos los ámbitos de la vida laboral y funcionaríal( Este ‘acoso’ en un 73% de los casos proveniente de un superior…Y es que nuestras mujeres sigloXXI son fuertes, valientes, capaces, creativas, bellas y sonrientes. ¡No se podía esperar menos de ellas!
La Coruña, 26 de noviembre de 2009
©Mariano Cabrero es escritor
©Mariano Cabrero es escritor