Presidente de Taiwán
(Enero 2008)
Presidente República Popular China
“El miedo se halla siempre dispuesto
a ver las cosas más feas de lo que son.”
LIVIO, Historias, XXVII,46.
Todos sabemos que China es un coloso económico que corre sobre una plataforma ascendente irreversible y continua. Los habitantes de la República Popular China son sobre 1.300.000 millones de habitantes, muchos diría yo: que trabajan, piensan, sienten y padecen como seres humanos que son. El Gobierno dicta las normas de convivencia, y ellos han de cumplirlas a rajatabla: están viviendo en una democracia en ciernes. Ellos/as emplean una técnica de trabajo sana y convincente: “Si me lo dices, me olvido. Enséñamelo, y puede que me acuerde. Cuenta conmigo, y lo entenderé (proverbio chino). Pero el Ejecutivo chino poco (por no decir nada) cuenta con el pueblo.
Pero uno entiende que la ascensión de de China no constituye–en principio–una amenaza para la paz mundial. A contrario: ineludiblemente se ha de instaurar “un mano a mano”–económicamente hablando–, entre EE.UU. y China. Norteamericanos y chinos saldrán beneficiados con un futuro bienestar y calidad de vida: todo lo anterior contribuirá a facilitar una estabilidad mundial–en cuanto a la economía de mercado libre y abierto–durante el siglo XXI. La Gran Muralla China ha de abrirse al mundo por propio interés político, y, sobre todo, económico.
Hemos de evitar que se desarrolle una pirámide interminable que expulse por su parte superior puntiaguda “humos con miedos”, pues, a la corta o a la larga, los miedos colectivos tienden a desarrollar y desencadenar una reacción en cadena con resultados conflictivos e imprevisibles. Así de fácil. De la misma manera que violencia engendra violencia, ocurre lo mismo con el miedo que engendra miedo.
¡Hoy tengo un mal día! ¡Todo lo veo negro! ¡Me duele el corazón!, solemos decir, como si dicha víscera muscular fuera capaz de detectar dolores. Dentro de estas afirmaciones y otras similares llevamos inserto un mundo de miedos (fobias, muchas veces): miedo al amor, al infarto de miocardio, al cáncer, al S.I.D.A (Síndrome de Inmune-Deficiencia Adquirida), miedo a perder la cabeza, miedo al sufrimiento, miedo al dolor. Todos estos temores que nos amenazan–en los prolegómenos del siglo XXI–al mismo tiempo, nos conducen inevitablemente al gran miedo que todos llevamos dentro: nuestro miedo a la muerte.
La sociedad que nos ha tocado vivir tampoco nos ayuda precisamente a superar estas barreras del intelecto. Pensamos y actuamos, como seres humanos que somos. Y es que la panorámica mundial es problemática: guerras fratricidas, violación de mujeres–con resultado final de muerte– y sus derechos, malos tratos psíquicos y físicos a menores, detención ilegal de menores...que desaparecen para siempre, etc.
Bajo este contexto, es lógico que nuestro estado de ánimo se deprima, amén de que nuestra cotidiana vida está llena de preocupaciones, desasosiegos e inquietudes que degeneran en un estado de ansiedad y, que al final, concluyen en la tan temida depresión: el mal psíquico de nuestro siglo XXI.
Subsiste un problema latente entre Taiwán y la República Popular de China. Ambos necesitan entenderse, habilitando un método de entendimiento que les permitan intercambiar sus productos (mercado libre), y así convivir pacíficamente: son chinos los habitantes de ambos países. Aquí es donde los Estados Unidos de América han de intervenir como mediadores hábiles y fiables, entre el Ejército de Liberación del Pueblo en el Continente y la rivalidad política en Taiwán. El presidente del último país, ChenShui-bian (PDP), en unión de la vicepresidente, Annette Lu, presentan el siguiente ideario político: desean mantener una relación económica-cultural-política con China, pero de “Estado a Estado”; libre comercio tipo liberal; establecimiento de un sistema democrático para gobernar Taiwán, etc. Es decir, ambos mandatarios propugnan un nacionalismo en cierto modo razonable...Hay que esperar a los comicios del próximo 22 de marzo, pues con la victoria del KMT (sacó 79 de los 113 escaños) parece probable que recupere la presidencia con su candidato al frente, Ma Ying-jeou.
China con sus pasos político-económicos, y con pies de gigante ,está desarrollando un modelo de país tipo capitalista mundial: ya posee médicos, ingenieros, banqueros, investigadores, científicos, grandes magnates con fortunas inmensas...Es decir, una pléyade de profesionales que están levantando el país de “ La Gran Muralla” a cotas de riqueza que llegará no fiable tarde: es el principio de una historia y, sin duda, el fin de otra.(Si nos valemos de nuestro sentido común–el menos común de los sentidos–, comprobamos que las democracias liberales tienen más capacidad para elevar el nivel de vida de sus respectivos países que, y los siempre presentes, aquellos regímenes comunistas y dictatoriales que aún pululan por nuestro Globo Terráqueo. Siempre es bueno que seamos leales a nuestras tradiciones y valores heredados, aunque introduzcamos nuevas maneras y modos del pensamiento para ir, poco a poco, regenerando nuestras vidas e ideales. Eso sí, con respeto y complacencia para con los demás.)
No olvidemos ni por un momento que para el año 2020–si las estadísticas resultan fiables–, China se convertirá en la primera potencia mundial–industrialmente hablando–.
Y, sin duda, EE.UU. cooperará para la buena marcha de su propia balanza de pagos: exportaciones e importaciones, digamos, para la consecución de entrada de divisas en su propio territorio. La política siempre sigue a la economía. No obstante, y hemos de verlo así, Estados Unidos es posible que no muestre abiertamente su simpatía a Taiwán, pues se convertiría en un deterioro de los lazos de amistad, porque le conviene, con China.
Chinos y norteamericanos son negociadores hábiles y calculadores–cuando le s conviene–, y pretender liberar el “mundo económico” durante los próximos años. Una guerra entra ambas potencias la considero utópica a corto y largo plazo. Así se puede escribir algo de historia...
La Coruña, 28 de enero de 2008
*Mariano Cabrero Bárcena es escritor
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