Natascha Kampush
El caso de la joven austriaca, Natascha Kampush,
que estuvo secuestrada algo más de ocho años, sin duda, va a dar mucho que
hablar. Todas las preguntas y respuestas aparecidas ante las cámaras de
televisión -canal público ORF( Austria)- producen la sensación de haber sido
hechas por personas profesionales- e incluso haber sido manipuladas-:
periodistas de televisión, periodistas de la radio, periodistas de la prensa
escrita...Todos los aludidos forman parte del denominado “cuarto poder “,
tratando en todo momento de transmitir en sus informaciones transparencia y
veracidad y, que, las sociedades democráticas mundiales estén servidas en su
derecho a la información. Los periodistas-escritores- han llegado lejos con
ética y profesionalidad, y aunque la prensa que generan no es enteramente la
opinión pública, cierto es, que forma parte de ella.
Pero en este caso concreto, me da la sensación
que ha primado el interés pecuniario- están en juego muchísimos millones de
euros-sobre el sentido común: es vergonzoso que nuestra adolescente vaya a
recibir una pensión vitalicia por descubrir-al mundo entero- la dolorosa y
penosa experiencia de su secuestro. Se producirá, a ciencia cierta, el efecto
“aprendizaje por imitación”, por el cual muchísimos adolescentes y psicópatas
inventaran actos semejantes para vivir, a cuerpo de rey, el resto de sus
mortales vidas. Va a ser un boomerang
comercial, aunque el corazón de la adolescente quedé destrozado para
siempre. (En nuestros canales de televisión públicos y privados veremos este
lamentable hecho, y, así también, ocurrirá en las televisiones-canales del
mundo entero.)
Desde los albores de la civilización el ser
humano ha sentido siempre cierta fascinación por los relatos de violencia, y, a
bote pronto, el relato de la austriaca nos lo van a servir en bandeja por medio
de la televisión, para que el relato en cuestión sea más fascinante, con más
audiencia, con más morbo...., y así, posiblemente, se distorsione lo sucedido
entre la joven secuestrada y el secuestrador-que se suicidó-. En nuestra
cultura occidental, y si a esto se le puede llamar cultura, se está produciendo
que visionamos violencia por los cuatro costados. Y es que las cámaras de
televisión se introducen en la intimidad de los hogares- pagando, desde luego,
a los interesados-para conseguir que descubran al mundo entero sus intimidades
emocionales y sexuales, separaciones, divorcios, malos tratos de palabra y
obra...Todo vale. Incluso, y dicho sea de paso, estás cámaras televisivas de “
los mil ojos” están siendo autorizadas a ejecutar su trabajo dentro de los
procesos judiciales: En el año 1994, y en los EE.UU., se retransmitió la
venganza morbosa del “pene cortado” por Lorena Bobbit a su marido, John Wayne
Bobbit, supuesto maltratador .(El caso , que cautivó la atención de los medios
de comunicación, se resolvió con una operación que consiguió reimplantar el
miembro y una sentencia que declaró inocente a Lorena Bobbit.)
Nuestra adolescente manifestó en prensa que se
siente muy ofendida por lo publicado con respecto a ella, sobre todo por las
fotos del zulú. “Se trata de mi habitación, no es asunto de nadie”, ha
afirmado. Pero es que la desafortunada muchacha está dando pelos y señales de
lo que fue su cautiverio. Y aún dirá más, pues esta historia generará pingues
beneficios monetarios a unos y a otros. No ha hablado de su vida sexual, y no
debería hacerlo, mas todos pensamos que en la situación vivida...tuvo que haber
sexo. Deduce uno que, en la relación entre “amo” y “esclava”, es completamente
normal que exista vida sexual. E insisto: su vida sexual debía de quedar en el
anonimato, en los expedientes de psiquiatras, psicólogos, educadores..., pero,
desgraciadamente, no va a ser así. (Se está creando un boomerang comercial que
veremos en nuestros canales de televisión públicos y privados, como así
ocurrirá en los canales televisivos del mundo entero, aunque el corazón de
nuestra adolescente quedé totalmente destrozado para siempre.)
Todo lo vivido por la pobre muchacha parece una
historia de ciencia-ficción. En los comienzos de este siglo XXI, como en el
anterior, han pasado historias parecidas. Sin embargo, piensa uno que Natasha
sufrió, y sufrió terriblemente entre cuatro paredes. Más en su cerebro se ha
podido acomodar el conocido “Síndrome de
Estocolmo”. Los expertos opinan que, uno de los condicionantes principales
para sufrir el síndrome aludido, consiste en que dichos menores hayan sufridos
abusos, malos tratos, vejaciones, etc. La joven en cuestión, de hecho, estaba
ya tutelada por las autoridades competentes al respecto. Es lógico, por tanto,
que la muchacha albergue en su intelecto el aludido síndrome.
Sin embargo, entiende uno que no se puede ni se
debe descalificar a personas que oyen o ven telebasura. Cada uno es libre de su
tiempo libre, valga la redundancia, y expresando mi parecer uno no se distrae
con esos programas. Pero esto no quiere decir, ni remotamente, que uno es más
inteligente que aquellos que la ven. Nuestro país, afortunadamente, es una
democracia libre, y cada persona decide, opina y piensa aquello que cree
conveniente. La opinión es general para todos los que integramos el pueblo
llano y soberano, más el criterio esta en perfecta connivencia con los expertos
en las distintas materias, que integran el humano saber.
La Coruña, 14 de septiembre de 2006
©Mariano Cabrero Bárcena es escritor